A propósito de las elecciones presidenciales realizadas ayer en Venezuela, esta pregunta se vuelve más relevante que nunca. La democracia, en su esencia más pura, es un sistema de gobierno donde la soberanía reside en el pueblo. Es un proceso en el cual los ciudadanos tienen la oportunidad de expresar su voluntad a través del voto, eligiendo libremente a sus representantes y líderes. Pero, ¿qué sucede cuando esta voluntad no es respetada?
Las elecciones de ayer en Venezuela han dejado al descubierto una cruda realidad: la posición del pueblo no fue acatada por las autoridades. Los venezolanos salieron a votar de manera cívica, esperando que su voz fuera escuchada y respetada. Sin embargo, los resultados han sido un golpe a la esperanza y a la fe en el sistema democrático.
Es alarmante ver cómo figuras famosas, que viven fuera del territorio venezolano y no sufren las penurias diarias del país, pueden salir a felicitar el proceso de las elecciones. Estas personas, que no experimentan el hambre, el desarraigo de sus familiares, o la pérdida por falta de centros o medicamentos, tienen la audacia de pedir a través de videos que se respete la supuesta victoria de Maduro. ¿Cómo pueden estos famosos, desde su comodidad, validar un proceso que ha sido ampliamente cuestionado y repudiado por la población venezolana?
La verdadera democracia no es solo un acto simbólico de votar, sino un sistema en el que los resultados reflejan genuinamente la voluntad del pueblo. Ayer, los venezolanos ejercieron su derecho al voto con la esperanza de un cambio, solo para ver cómo su decisión fue desestimada y manipulada por aquellos en el poder.
La democracia debe ser un reflejo de la voz del pueblo, no una herramienta de manipulación para mantener un régimen en el poder. Cuando se socavan los principios democráticos, se destruye la confianza en el sistema y se perpetúa la desesperanza.
Es crucial que la comunidad internacional y todos aquellos que realmente valoran la democracia, se unan en solidaridad con el pueblo venezolano. No podemos permitir que la democracia se convierta en una farsa, en un mero espectáculo para validar regímenes autoritarios.
En conclusión, la democracia es más que una simple votación; es el respeto y la implementación de la voluntad popular. Las elecciones de ayer en Venezuela son un recordatorio doloroso de lo que sucede cuando se traiciona este principio fundamental. Es hora de cuestionar, de exigir y de luchar por una verdadera democracia, donde cada voto cuente y cada voz sea escuchada.
Autor: Ana Inoa, especialista en comunicación estratégica