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Clave para comunicar de verdad

 Por Néstor Estévez


Cada vez más gente le encuentra “el gustico” a eso de “comunicar”.

Sin entender bien lo que se tiene entre manos y mucho menos las consecuencias de cada acción comunicacional, gente por montones se sigue decidiendo a tomar la comunicación como oficio y hasta como una vía para “estar en la cosa”.

Y no es que deba ser “cosa de un grupito”; lo realmente trascendente del tema es cada implicación y principalmente las consecuencias de lo que hacemos al comunicar.

Como se ha dicho muchas veces, el mismo hecho de que vivamos en sociedad es resultado de la capacidad para comunicarnos. Y todavía más: la sociedad va siendo transformada por la comunicación.

Así como un mensaje puede modificar nuestro estado de ánimo, y éste incidir en nuestras acciones y sus consecuencias, en términos colectivos, la comunicación es determinante para lo que sigue ocurriendo en la sociedad, con la sociedad y hacia la sociedad.

Y así ocurre porque hay quienes usan la comunicación como vía para el entendimiento. Pero también hay quienes la usan como “arma para disparar”, además de quienes la usan clara o solapadamente para manipular.

Esa realidad tan diversa nos encuentra –quizás debería decirse que nos ha ubicado- en una etapa de transición. Es una época con muy frecuentes y fuertes cambios. Por eso es tan común encontrarse con situaciones que, a primera vista, no tienen lógica alguna.

En esta fase convivimos desde personas que todavía no manejan la lectoescritura hasta otras que usan la inteligencia artificial para “disparar” mensajes a diestra y siniestra. Pero también encontramos a personas que, muchas veces, bajo el alegato de preferencia, se limitan a los medios análogos para emitir y recibir mensajes, conviviendo con personas que, aunque no usan ni un cinco por ciento de su capacidad, creen necesitar el más reciente modelo de sofisticados equipos de comunicación.

Como es fácil deducir, se impone de manera urgente que nos ocupemos en revisar lo que hacemos en términos comunicacionales. Por eso, como intento de aporte, comparto algunas claves sencillas para ayudar a que la comunicación siga siendo soporte para la sociedad y motor de mejoría.

Iniciemos, para que sea más sencillo, por acciones simples que –aunque mucha gente no repare en ello- constituyen las herramientas fundamentales para comunicar de verdad. Comencemos por preguntarnos: cuando interactúo con alguien, ¿qué hago más: hablar o escuchar?

Posiblemente resulte oportuno hacer acopio de un regalo del legendario presentador de radio y televisión estadounidense, fallecido en 2021, Larry King: “Todas las mañanas me recuerdo a mí mismo: ninguna cosa que yo vaya a decir hoy va a enseñarme nada. Por lo tanto, si quiero aprender algo, tengo que escuchar”.

En ese ámbito resulta de altísima utilidad la escucha activa, habilidad que ayuda a mejorar significativamente la comunicación y las relaciones interpersonales. Quienes practican la escucha activa adquieren extraordinaria facilidad para crear conexiones más fuertes, significativas y sostenibles.

Mucho se ha explicado la diferencia entre oír y escuchar. Pues la escucha activa viene a servirnos como parangón para que esa diferencia sea aún más clara.  La escucha activa permite comprender mejor a los demás. Al prestar atención y mostrar interés genuino en lo que están diciendo, se logra captar sus ideas, emociones y necesidades con mayor precisión.

Y no se trata de “entregarse” a escuchar y “tragarse” todo lo que se escuche; el asunto es escuchar para entender, con esa carga de emociones y sentimientos que forman parte de todo mensaje. A la fase de entender debe seguir la de aceptar o no, manteniendo respeto mutuo, el contenido escuchado.

Aunque el tema alcanza para mucho más, y podría ser retomado oportunamente, adelanto algunas acciones puntuales que sirven de valiosa ayuda para mejorar la escucha activa: concéntrate en la persona que está hablando y elimina las distracciones. Mira a los ojos de quien habla y hazlo cuando hables, asiente con la cabeza y demuestra interés a través de tu lenguaje corporal. Evita interrupciones y evita distraerte con pensamientos o actividades externas.

Y recuerda: en la escucha activa tenemos una valiosa herramienta, si de verdad queremos comunicar para entendernos.

Programa Conecta2 con Ana Inoa reconoce trayectoria del destacado comunicador Néstor Estévez


 
“Este reconocimiento me compromete aún más aportando a las nuevas generaciones”

Santo Domingo.- El programa Conecta2 con Ana Inoa reconoció la trayectoria del veterano comunicador y maestro de ceremonias el licdo, Néstor Estévez, gracias a los aportes como al legado del mismo en la comunicación dominicana.

Estévez agradeció la distinción asegurando que le compromete aún más para seguir aportando calidad a las generaciones futuras.

El reconocimiento se llevó a cabo en medio de una conversación muy amena donde el también experimentado y estratega, afirmó que los cambios que se han presentado en los medios de comunicación hoy día, siendo esta golpeada por los intereses de personas sin preparación formal para el correcto uso de los difusores de información masiva.

Al referirse a la comunicación dijo “Es el ingenio para hacer llegar una idea a otros cerebros sencillamente y eso implica conectar”.

Para nadie es un secreto que el periodismo de hoy es muy distinto al que ejercían los ilustres periodistas de los mil novecientos, que se arriesgaban a decir la verdad, aunque su vida dependa de esta, sin manipulación ni tergiversación, siempre en busca de lo noticioso y transmitirla al público de manera imparcial.

El también maestro de ceremonias trajo a colación una frase en la afirmaba que “La prensa surge con el sentido de denuncia fundamentalmente, así nace el periodismo todo viene evolucionando con el paso del tiempo, dice Kapuscinski, desde que la información pasó a tener precio la verdad dejó de ser importante, eso ha trastornado lo que en una primera etapa fue el periodismo que era esa denuncia, que era ese dar a conocer y ahora eso está mediatizado por diversos intereses, por diversas influencias, por diversos propósitos lo que ha hecho que entre en cuestionamiento” indicó el maestro de ceremonias, al responder sobre la diferencia del periodismo de hoy y de ayer, dejando saber que se ha degradado el ejercicio de este oficio.

Al consultarse si la prensa está siendo manipulada o censurado, Estévez manifestó que “más que manipulada ahora está cualquierizada, cualquiera dice, cualquiera hace saber” destacando que la única vía de escape es el nivel de criticidad que el espectador pueda aplicar ante toda la información que recibe.

“La comunicación es el soporte de la sociedad, ya que todo va a depender de como lo comunicamos y es lo que nos mantiene como sociedad, agregó Estévez.”

La conversación se llevó a cabo por Conecta2 con Ana Inoa que se transmite cada sábado de 12 del mediodía hasta la 1 de la tarde, a través de www.extra86.net y de manera simultánea por www.Buenafm.com para Estados Unidos, a cargo de los comunicadores oficiales, Ana Inoa y Max Figueroa.


 Perfil profesional

Néstor Estévez, es licenciado en Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, además cuenta con una maestría en Diplomacia y Derecho Internacional, asimismo, tiene una especialización en Alta Gerencia Pública, como también, una especialización en gobierno y desarrollo local, además de una maestría en desarrollo y gestión pública local con énfasis en formulación en proyectos de desarrollo local.

Actualmente ejerce la locución y maestría de ceremonias y maestrante en la maestría en Comunicación Estratégica y Relaciones Públicas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.


Fuente: Max Figueroa

Asando batatas

Por Néstor Estévez

“Asando batatas”. Así nos ha tomado, en sentido general, un cambio que desde ya impacta de manera extraordinaria las relaciones entre las personas.

“Lo agarraron asando batata”, suele decirse en República Dominicana para hacer alusión a “encontrar desprevenido o distraído a alguien”.

El dicho viene a colación porque, según algunos especialistas, razones comerciales apresuraron el lanzamiento de plataformas que se apoyan en Inteligencia Artificial para “facilitar” muchísimas tareas a los seres humanos.

Pero vayamos al comienzo para que podamos entender mucho mejor la trascendencia de este asunto.

Los estudiosos indican que solo a partir del avance en sociabilidad, para lo que la comunicación es imprescindible, se ha logrado desarrollar esa facultad de expresarnos y entendernos, hasta dar forma a lo que conocemos como sociedad.

En principio no existían las palabras. ¡Cuán difícil habrá sido entenderse en aquella etapa! Lo más seguro es que simples gruñidos habrán servido para que aquellos seres primitivos comenzaran a expresarse, aspirando a que una simple idea pasara de un cerebro a otro.

Cuentan que se necesitó mucho tiempo para que aquellos sonidos guturales fueran puliéndose y logrando mejor precisión a la hora de hacer saber sobre emociones, sentimientos, ideas y todo lo que se le ocurre exteriorizar a cualquier ser humano.

Algunos estudiosos han encontrado que las pinturas rupestres eran realizadas en puntos calientes y acústicos, donde se producía eco, en el interior de las cuevas que servían como lugar seguro ante las inclemencias del entorno.

Eso hace pensar en relaciones de representación entre los dibujos y los sonidos que producían los humanos en aquellos tiempos, dando inicio a lo que luego, muchísimo tiempo después, abrió oportunidad para que la humanidad lograra inventar la escritura.

Pero ese logro estaba incompleto. Hacía falta que los demás entendieran lo que quería expresar quien escribía. Se necesitó mucho esfuerzo y mucho tiempo para manejar la lectoescritura.

Logrado eso, tanto hablar como escribir se convirtieron en herramientas al servicio de quienes, de diversas maneras, ejercían alta influencia y poder sobre los demás. Así tenemos que la oratoria, surgida en Sicilia, comienza a ser usada en Grecia como instrumento de prestigio y poder político.

 

A lo largo de la historia, y aun en nuestros días, la destreza al hablar y la habilidad al escribir abren puertas para imponer ideas y propósitos sobre cualquier acción que realicen los demás. Como se puede apreciar, cada paso ha abierto oportunidades para quienes logran fortalecer sus capacidades y buen dominio de las “innovaciones”.

Hasta hace muy poco tiempo, la humanidad había registrado dos grandes transformaciones en ese ámbito. Primero la imprenta y luego internet, cada uno en su momento, representaron dos extraordinarios aceleramientos a las posibilidades de incidir en los demás, de hacer valer las intenciones de quien maneja recursos para lograr sus propósitos.

Conviene ver ambas caras. No todo es negativo. Como se puede notar, con cada adelanto tecnológico se nos ha “facilitado la vida”. Y está muy bien que nos acomodemos. Pero, ¿recordamos lo que ocurre con todo órgano que no se usa? Dicen los entendidos que se atrofia.

¡Qué bueno que nos hayamos inventado las palabras! ¡Qué bueno que hayamos logrado entendernos! ¡Qué bueno que hayamos logrado agilidad en tareas que antes nos ocupaban tanto tiempo! ¡Qué bueno que hayamos encontrado claves para alargar y mejorar vida!

Pero, ¿qué ocurrirá con esa “comodidad” que nos evita el ejercicio de pensar? ¿Acaso no hace falta pensar para entender? ¿Cómo te sientes cuando te dicen algo que no logras entender? ¿Acaso no es pensar y entender lo que nos diferencia de los denominados animales irracionales?

Pues la comodidad que representan las herramientas de moda, relacionadas con Inteligencia Artificial, consiste en el uso de datos para expresar (textos, imágenes, sonidos…) más de lo que se le pueda ocurrir al común de los seres humanos. Solo que, por el aceleramiento de la competencia en el negocio y como la gente “se traga” lo que le den, lo han lanzado al mercado sin estar completamente listo.

Sin el más mínimo criterio para escoger o dejar, mucha gente usa, contra muchísima que se deja usar, los más recientes “avances” relacionados con Inteligencia Artificial. Y con eso, “nos han agarrado asando batatas”.

 

¿Es buena o mala la Inteligencia Artificial?


 Por Néstor Estévez

Aunque hace mucho tiempo que se usa, en días recientes ha estado muy en boga en el país, además de ser tratada como algo que ha de venir, la denominada Inteligencia Artificial.

¿De qué estamos hablando? Para entenderlo mejor, revisemos un poco. Para 2004, en un artículo publicado bajo la firma de John McCarthy, se definía la Inteligencia Artificial como “la ciencia y la ingeniería de la fabricación de máquinas y programas informáticos inteligentes”.

A eso se agregaba que la Inteligencia Artificial estaba relacionada con una tarea similar a la de “usar computadoras para entender la inteligencia humana”. Pero McCarthy iba un poco más allá, agregaba que “la Inteligencia Artificial no tiene que limitarse a métodos que son biológicamente observables".

Vamos un poco más atrás. Hace más de setenta años se dio a conocer un trabajo trascendental de un hombre al que se le considera el "padre de la informática": el estudioso británico Alan Turing.

En un artículo titulado Maquinaria computacional e inteligencia ("Computing Machinery and Intelligence"), en 1950, Turing se hacía una interesantísima pregunta: ¿Pueden pensar las máquinas? De ahí partió el estudioso para legarnos lo que hoy se conoce como la "Prueba de Turing", en la que un evaluador humano intenta distinguir entre la respuesta textual de una computadora y la de un ser humano.

Como se puede notar, no es un asunto nuevo. Lo que ocurre es que la inmensa mayoría solo se limita a seguir el asunto “desde las gradas”, y muchísima gente ni siquiera se ha enterado de que “hay juego”. Por eso tanta gente se limita a discutir si la robot Sophia dijo o no dijo. Por eso, para la inmensa mayoría, el asunto se queda a nivel de entretenimiento y banalidad.

La Inteligencia Artificial (IA) es un campo de la informática que se enfoca en la creación de algoritmos y sistemas que pueden realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como la percepción visual, el reconocimiento del habla, la toma de decisiones y la resolución de problemas.

Lo que pasa es que la inmensa mayoría de la gente apenas llega a “guglear” y a quedarse con lo primero que “le aparece”. Es más, muchísima gente ni siquiera se ha percatado de que existe la denominada “Deep Web” o web profunda, a la que no todo el mundo tiene acceso y por la que circulan tanto valiosísimas como terriblemente dañinas informaciones.

Pues algo similar ocurre con la Inteligencia Artificial, que se divide en dos categorías principales: la IA débil o estrecha y la IA fuerte o general. La IA débil se utiliza para realizar tareas específicas, mientras que la IA fuerte es capaz de realizar cualquier tarea intelectual que un ser humano pueda hacer.

Los métodos utilizados en la Inteligencia Artificial incluyen el aprendizaje automático, el procesamiento del lenguaje natural y la visión por computadora. La Inteligencia Artificial tiene una amplia gama de aplicaciones en la vida cotidiana, desde los asistentes virtuales hasta los sistemas de diagnóstico médico y los vehículos autónomos.

Visto esto, se puede deducir que la Inteligencia Artificial no es buena ni mala. Se trata de si la usamos o “nos usan” con ella. Para asegurarnos de que sea realmente buena, ante la acostumbrada tendencia a “cogerlo suave”, lo que incluye evitar eso de “pensar”, lo primero sería evitar que la Inteligencia Artificial sea solo aprovechada por quienes, conociendo ese modo de ser tan generalizado, se dediquen a “dar riendas sueltas” a sus posibilidades de seguir aprovechándose del desconocimiento de los demás.

Por eso urge invitar a Cicerón, para que nos recuerde que “Pensar es como vivir dos veces”; a Confucio, hombre convencido de que “Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender, peligroso”; a Leonardo Da Vinci, con su idea de que ”Quien poco piensa, se equivoca mucho”.

Finalmente, sirve de gran ayuda René Descartes, con su contundente “Pienso, luego existo”. Lo otro sería cosa de asegurarnos de que mantenemos y mejoramos dos condiciones: el trato que dispensamos a los demás y nuestra capacidad de pensar, preferiblemente con cabeza propia.  

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