El maltrato y abuso infantil han permeado silenciosamente la sociedad dominicana en los últimos años, manifestándose en formas psicológicas, físicas y emocionales que dejan cicatrices profundas en los niños, niñas y adolescentes (NNA) de nuestro país. Este fenómeno no solo afecta el bienestar individual de los menores, sino que lacera a toda la familia y, por consiguiente, a la sociedad.
Semanalmente vemos la violencia en diversas formas; el abuso físico, donde los niños son golpeados, quemados o agredidos de manera violenta; el abuso emocional, que involucra amenazas, acoso escolar; y el abuso sexual, una forma devastadora que deja secuelas psicológicas y físicas de por vida. Estos casos inevitablemente generan una serie compleja de emociones. Por un lado, provoca indignación y enojo al confrontar la brutalidad y la injusticia que sufren las víctimas. También genera tristeza e intranquilidad al ver la frecuencia con la que ocurren estos actos que últimamente son llevados a cabo, por menores, lo que genera una gran preocupación al imaginar el futuro que le espera a nuestro país.
Las víctimas de maltrato infantil frecuentemente experimentan problemas de salud mental, como depresión y ansiedad. Esto afecta su capacidad para formar relaciones saludables, rendir académicamente y desarrollar una autoestima positiva, lo que posteriormente, representa un adulto con múltiples heridas emocionales.
Según datos publicados en el primer trimestre del 2023, en nuestro país teníamos más de 70 casos de incestos, lo que representa un número alarmante de casos que salieron a la luz, y a su vez subraya la podredumbre emocional que arropa a la sociedad y, sobre todo, la urgencia de implementar políticas efectivas de protección infantil y fortalecer los procesos de denuncia y atención.
La prevención del maltrato infantil comienza en el hogar; con el fortalecimiento de los principios y valores fundamentales en nuestra sociedad, desarrollando relaciones estrechas y saludables con nuestros hijos, estableciendo límites que garanticen su integridad física y emocional, brindando acompañamiento durante su desarrollo y educándolos sin rodeos sobre temas, a los que, de manera inevitable, están expuestos diariamente.
Es fundamental señalar la importancia de la supervisión constante, evitando que el pluriempleo, la rutina y el cansancio ganen la batalla en una etapa que es crucial. Nuestra infancia nos necesita, necesita que estemos alerta ante las señales de maltrato que pueden incluir cambios repentinos en el comportamiento, lesiones físicas inexplicables, evitación del contacto visual, entre otros indicadores emocionales y físicos.
Con los años se ha normalizado no denunciar este tipo de atrocidad, que, en la mayoría de los casos, son perpetrados por familiares o “gente de confianza”. Claramente, estos casos nos demuestran que pocas personas deben ganarse ese título. Denunciar los abusos de manera oportuna es fundamental, así como brindar un acompañamiento psicológico integral a las víctimas y sus familias.
Nuestra infancia grita a viva voz la implementación de políticas públicas efectivas, tales como: establecer penas severas; desarrollar campañas en los medios digitales y convencionales; garantizar el acceso oportuno a apoyo psicológico; realizar acuerdos interinstitucionales para abordar el abuso de manera integral y educar a todo el personal que trabaje directamente con NNA para la detección temprana y el correcto manejo de los casos de abusos.
El maltrato y abuso infantil en la República Dominicana es una crisis silenciosa que requiere una respuesta colectiva urgente. Es responsabilidad de todos iniciar el compromiso de mantenernos vigilantes y promover una sociedad libre de violencia para nuestros niños, niñas y adolescentes.
Massiel Durán
Periodista