Por Néstor Estévez
Otro video acaba de lograr “viralidad”. Dos hombres vestidos de uniforme, transportándose en una moto, persiguen y golpean, hasta lograr que pierdan el equilibrio, a otros dos que viajan en moto también.
La difusión del video ha servido para reiterar esa paradoja que caracteriza a la denominada era de la información, “que ha concedido nueva respetabilidad a la opinión desinformada”.
Pululan las opiniones. Hay quienes aprovechan para “despotricar” una y otra actuación. Sencillamente “acaban” con perseguidores y perseguidos. Hay quienes dan la impresión de contar con alguna “fórmula salomónica” para solucionar el problema. Y como es entendible, la inmensa mayoría se queda en la “espectacularidad” del asunto.
¿Por qué no aprovechar para ir más allá, avanzando hacia las reales raíces del asunto? Una primera excusa podría estar relacionada con el hecho de que “estamos en Navidad y la gente está en otra cosa”.
Intentando conectar con ese casi seguro sentimiento mayoritario, lo más atinado sería asumirlo como tarea para enero. Por supuesto, no como los tristemente famosos “propósitos de Año Nuevo”. Se trata de que lo asumamos como tarea para hacer, entregar y evaluar.
Como ayuda para hacer bien la tarea y lograr éxito con ella, resulta sumamente útil recordar que la policía tiene como función principal, con apego a la ley, ayudar a mantener el orden. Entre otras funciones, la Policía Nacional está llamada a mantener la paz, el orden público y social y la seguridad pública.
De manera expresa, todas las funciones del Cuerpo del Orden en la República Dominicana tienen como un punto de partida que ha de marcar el norte de toda función policial: preservar la vida, así como la integridad física y moral de las personas.
Una valiosa ayuda para la tarea consiste en remitirnos a aquellos orígenes que nos acercan al nacimiento de la República Dominicana. Vale recordar que, por mandato de nuestra primera Constitución, en su artículo 188, fue creada la Policía Urbana y Rural. Ha de recordarse que se trataba de un país rural, en donde se consideraba como zonas urbanas a pequeños caseríos.
Quizás se vuelva grande la tarea si nos empeñamos en revisar cada etapa por la que ha pasado la Institución del Orden en la República Dominicana. La decisión de si hacerlo o no podría estar fundamentada en la importancia que tiene proteger el libre ejercicio de los derechos de las personas y la convivencia pacífica.
Para eso vale preguntar. ¿A alguien le conviene el desorden? ¿A quién? ¿A quiénes? ¿Vale poner colores partidarios a los esfuerzos para lograr una mejor Policía Nacional? ¿O conviene que nos centremos en la real seguridad para toda la ciudadanía? ¿Es un tema urgente o esto debe dejarse para algún día?
El más reciente esfuerzo gubernamental relacionado con el tema está signado por el decreto 211-21. En el mismo se recuerda que la Policía Nacional tiene el encargo de “salvaguardar la seguridad ciudadana; prevenir y controlar los delitos; perseguir e investigar las infracciones penales, bajo la dirección legal de la autoridad competente; y, mantener el orden público para proteger el libre ejercicio de los derechos de las personas y la convivencia pacífica de conformidad con la Constitución y las leyes”.
Desde aquella primera Policía Urbana y Rural hasta la que soñamos tener, pasando por cada etapa de nuestra historia y quizás haciendo “paradas” en la dictadura y en la “dictablanda”, han de ser capítulos para dar una lectura profunda a lo que hemos tenido.
Una valiosa advertencia para obtener el mejor provecho del estudio consiste en ir más allá de la visión sesgada que implicaría observar solamente la actuación policial. Recordemos que se trata de agentes nuestros que se relacionan con ciudadanos nuestros. Entre los nuestros, a cada acción ha correspondido por lo menos una reacción. Se trata de policías y de una sociedad de la que forman parte.
Por más sombras que descubramos, en ambas partes, algunas luces deberemos encontrar. Como la posible excusa es que esas luces no deben ser confundidas con las de la Navidad, yendo mucho más allá de simple aspiración, enero parece propicio para entregar una tarea: la conformación de una Policía Nacional eficiente, profesional y confiable, cuyas actuaciones estén sometidas a la Constitución y las leyes, y con el debido respeto por los derechos humanos.
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