En el primer caso, señaló Rosario Candelier, para la contemplación es indispensable «el desarrollo de la sensibilidad espiritual”. Explicó que este desarrollo de la sensibilidad «incluye todas las facetas de la sensibilidad: estética, afectiva, espiritual e intelectual, pues es nuestra conciencia que se pone en conexión o comunión con la realidad sensorial». La experiencia mística, dijo, «es el culmen de los procesos interiores de la conciencia desde la sensibilidad y, generalmente, es un proceso posterior a la contemplación». No obstante, agregó que «el rayo de la experiencia mística podría darse también sin estar en un estado de contemplación». Explicó que, aunque «todos tienen la posibilidad de tener una experiencia mística, nadie la consigue porque la desee: la experiencia mística es algo que llega de lo Alto, como un don que se recibe».
La actividad tuvo lugar los días 2 y 3 de abril del presente 2022, y asistieron al evento, junto a don Bruno Rosario Candelier, los escritores Ofelia Berrido, Carmen Pérez Valerio, Miguel Ángel Durán, Leopoldo Minaya, Keila González, Luis Quezada, fray Jhonny Almonte y Yolanda de Jesús. Igualmente estuvieron presentes los frailes españoles José María de Prada y José Luis Abaitua, responsable de la hospedería del susodicho monasterio.
¿Qué implica la vida contemplativa?
En su reflexión, Bruno Rosario Candelier expuso que «los antiguos contemplativos fueron los presocráticos, y ellos hicieron filosofía, ciencia, y arte y abordaron el sentido de las artes y el pensamiento creador desde la contemplación». Señaló que «al ser los primeros pensadores, le pusieron atención a lo que implicaba el ejercicio de la contemplación». «En griego se dice “theoreim” —explicó—, que en español es ‘teoría’. Es decir, todas las reflexiones teoréticas son el resultado del ejercicio de la contemplación —de acuerdo a lo que enseñaron los pensadores presocráticos—: ellos se iban al campo, a la montaña, a observar la naturaleza.
Afirmó que «la base de toda la ciencia la tienen ellos, observando la naturaleza, comenzando por las palabras, pues «inventaron la palabra “cosmos” cuando quisieron decir que ‘el mundo tenía un orden’. Y así, todos los aspectos fundamentales de la ciencia, de la filosofía y de las artes, lo dieron a partir de su propia experiencia en el hábito de la contemplación». «Entonces, la contemplación es importante para el desarrollo del intelecto y de la sensibilidad», puntualizó.
Los interioristas consintieron en que el silencio es indispensable para contemplar; no obstante, algunos expresaron que, a pesar de que la vida ordinaria y cotidiana introduce a las personas en una «vorágine», como expuso Keila González, «es posible hacer una elección consciente y buscar mecanismos» para observar las cosas que nos llaman la atención y «poder alcanzar lo que deseamos». Contemplar depende de «nuestra actitud para mirar —manifestó Carmen Pérez Valerio—, para poder dejar que cada cosa nos hable, como el amargor de un café, aun endulzado». Dijo que «las voces son altísimas, y no las estamos escuchando por la rapidez de la cotidianidad en que estamos envueltos».
Para Ofelia Berrido contemplar es «estar presente: si el contemplativo está concentrado en lo que contempla, la conciencia de sí y de lo que observa se convierte en una sola». Fray Jhonny Almonte señaló que «implica mucho silencio porque estamos, primeramente, a la escucha de Dios, de su palabra; y, luego, es un mirar gratuito». Leopoldo Minaya expresó que es una búsqueda de la sabiduría, ya que «no hay una sabiduría que el hombre se pueda proporcionar porque esta es revelada, aun la más rígida de las sabidurías, como es la sabiduría que otorga la ciencia».
Yolanda de Jesús expresó que «en contemplar las cosas sencillas está el sentido de la vida, como la profundidad que hay en una gota de agua cuando cae de una hoja». Para Miguel Ángel Durán «la contemplación se define en dos conceptos: la alta sensibilidad y el dolor»: «Yo tengo miedo a la contemplación porque sufro lo que siento, lo que percibo, lo que veo. Yo me pongo a mirar esa montaña y lo que yo veo es la deforestación, y veo el río que se está secando».
Vidas consagradas a la espiritualidad y a la mística
Bruno Rosario Candelier es un estudioso de la mística de todas las culturas. Uno de los ejemplos presentados por él en este encuentro fue la vida de Thomas Merton (1915-1968). Dijo que este místico, «que fuera monje cisterciense de la Abadía Trapense de Getsemaní, Kentucky, Estados Unidos de América, es uno de los grandes contemplativos de la espiritualidad cristiana». Expuso que este poeta es un «autor consagrado, con valiosas obras de contemplación mística, que goza de una sólida reputación internacional por su sabiduría mística, su consagración espiritual y creación literaria». Expuso que «en su celda monacal, comprendió que todo encarna una porción de la Totalidad y que el Todo está en él como él está en el Todo». Añadió que Merton «logró una peculiar fusión entre la visión cristiana y panteísta, al mismo tiempo; una suerte de integración de la mística occidental y la oriental».
En ese sentido, Luis Quedada, teólogo y místico, apuntó que «Thomas Merton practicó el macro-ecumenismo: buscar los puntos de avenencias y de concordancias, de acercamiento y de proximidad entre las religiones, y superar los odios». Señaló, además, que «Merton ha pasado a ser el prototipo de cómo, desde un monasterio, se influye poderosamente en todo el mundo». Agregó que «él amaba la naturaleza y observó que todo en la naturaleza está cifrado en dos cosas: en la diversidad y en la pluralidad».
Miguel Ángel Durán afirmó que «la cotidianidad dice que tal estado de experiencia es posible en cualquier persona». Sin embargo, apuntó: «Ciertos ambientes y algunos hombres y mujeres especiales, por una condición inexplicable, son más propensos a estos estados y, por desconocimiento de causa, podemos clasificarlos como comportamientos excéntricos». Señaló que «para san Pablo, la experiencia mística es “la paz que trasciende el entendimiento”; para san Juan de la Cruz, “condición de enajenación de todas las cosas exteriores; Richard Maurice Bucke lo definió “conciencia cósmica» […]; dijo que todos están de acuerdo en que se trata del estado más alto de la conciencia: una percepción autotransformadora de la unión total de la persona con el infinito; una experiencia de intemporalidad y de unidad ilimitada con toda la creación».
Leopoldo Minaya, excelso estudioso de la mística y poeta interiorista, indicó que «el mundo en que nos desenvolvemos, irrefragablemente, está rendido por la Divinidad». «La Divinidad constituye y sostiene el Universo, y al constituirlo, lo crea: el Universo conforma y es conformado por la Divinidad». Agregó que «las especulaciones sobre universos alternativos deben ser entendidas como ‘presunciones formularias para expandir el concepto humanamente limitado’», pues «la Divinidad, aunque es perceptible para todos los seres vivientes, no es cognoscible ni cuantificable». Explicó que «la paradoja es el atributo esencial Dios y de cuanto lo constituye: Dios es inabarcable, por tanto, incuantificable; Dios es eterno». Consignó que «esta sabiduría le fue revelada a Heráclito, cuando los contradictores se anulan para continuar siendo; y esta sabiduría le fue revelada a Hegel, cuando los opuestos se sintetizan para hacer avanzar la realidad». «La paradoja es el secreto sostenedor del Universo y es la evidencia de la existencia de Dios», destacó.
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